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Nuevas acepciones a la RAE ¿realmente necesarias?

Por: Jusim Valeria Reyes Sánchez

Para todos en general, el acto del habla es un hecho tan cotidiano como respirar o comer,  y muy rara vez nos ponemos a pensar de dónde viene lo que decimos o que en realidad, todos ejercemos la profesión de ser lingüistas en potencia. Es tan importante, que si no hiciéramos uso de este medio de comunicación sería más complicado aún pedir un par de copias en la papelería o un tarro de cerveza de barril, por ejemplo. Tan es así de importante, que a lo largo de mucho tiempo han existido organizaciones que tratan de preservar las palabras por medio de la lengua escrita, y que además, tratan de dar el uso más general que ocupan los hablantes.

 

     Una de estas organizaciones es la Real Academia Española, que media la lengua castellana desde hace casi 302 años y una de las tareas que tiene es registrar esta lengua en los conocidos diccionarios con el fin de agregar o quitar acepciones dependiendo del uso actual que se le da.

     El 17 de octubre de 2014 se entregó el primer ejemplar al rey de España Felipe VI como símbolo de la nueva edición que no se actualizaba desde el 2001. Lo inquietante de esta obra lexicográfica es que recoge acepciones que ponen en tela de juicio la credibilidad del diccionario y de la Academia, pues siempre se había tenido a éstos en un nivel de excelencia y normativo.

 

     Ejemplos de ello son palabras como amigovio, papichulo o tunear, que en realidad, reflejan la parcela del habla que utilizan los jóvenes, y no todos. Pareciera, y no es raro que salga a la luz, que esta vez las acepciones se ven permeadas por la ideología de la RAE y que no debería ser tan evidente, pues se está inclinando por dar por hecho que los hablantes en su mayoría ocupan esta palabra.

 

     Los que estamos un poco empapados del tema, esperamos, en un afán esperanzador, que se traten de registrar estos hechos de habla lo más fidedignamente posible, y no empecinarse en atraer la atención de un público joven con palabras como estas, más por tratarse de obras en que las personas confían totalmente.  El trabajo lexicográfico debe ser lo más transparente posible, porque de otro modo, estaríamos aceptando acepciones que puedan ser una estrategia de marketing o guiando a los hablantes de hacer uso de ellas.

 

     No digo que estas palabras no se ocupen; sin embargo, se está generalizando un hecho que a lo mejor aún está en proceso de ser aceptado totalmente por la comunidad de habla. Además, debemos ser conscientes de que, por su parte, el diccionario trata de asignar una acepción a algún objeto de la realidad como tal, y en este caso, pareciera ser sólo un capricho de la Academia por tratar de atraer más público, pues varios diarios a nivel internacional han compartido y redactado la noticia como un hecho totalmente “curioso”.

 

Esperamos que, finalmente, el lector decida por sí mismo la elección de dichos vocablos introducidos recientemente y su importancia que tiene en el habla cotidiana.

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